Juntando letras (las manos impacientes de Anna)
— Papá me enseñó muy pronto los secretos de la panadería. Bueno, casi todos. Él elabora un pan especial los domingos y no consigo que me salga igual. Yo creo que me oculta algún ingrediente o una parte del proceso, pero él asegura que solo es debido a que soy joven y a que mis manos son demasiado impacientes todavía. Se ha convertido en un desafío para mí. El aludido debía de estar ocupado, porque la campanilla de la entrada sonaba, a ratos, constantemente. — ¡Qué suerte tienen contigo! —exclamó, sincera, Sara, mientras Nikki se acercaba con disimulo a mirar las manos de Anna. La hija de los Zimmer se percató del ademán y sus dedos, de pronto, comenzaron a tamborilear, cada vez más fuerte, hasta galopar con estrépito en la mesa de madera, como si se aburrieran tras quince minutos de charla y quisieran partir a conocer otros mundos. — ¿Los ves, Nikki? Son mis famosos dedos impacientes. Todos reímos como alocados pájaros carpinteros.