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Juntando letras (Un pueblo en miniatura)

Entramos a la localidad por el primer puente y seguimos la calle principal, hasta desembocar en una bonita plaza casi redonda, construida en torno a un enorme tilo. Era como un pueblo en miniatura, resguardado bajo la cabecera de la iglesia, que la protegía de los vientos húmedos del oeste y noroeste.   Dos gatos y un perro descansaban juntos debajo del árbol. Aquí y allá, las raíces asomaban entre los adoquines y llegaban hasta cada una de las casas. Su enorme tronco estaba rodeado de un banco de madera circular y cinco mesas pequeñas colocadas alrededor. Carámbanos de luces navideñas colgaban de las ramas bajas. La parte superior de dos de las cinco mesas eran, o eso me pareció, tableros de ajedrez. — Parecen casitas con alma de granja —susurró Sara dos segundos antes de entrar. — Me imagino leyendo un libro durante las tardes de verano en ese banco —dije yo, resistiéndome a entrar. — ¿Puedo jugar con el perro? —preguntó Nikki, sin ninguna intención de entrar.  

Juntando letras (El valle escondido)

Pese a las indicaciones de la señora Zimmer, nos despistamos un par de veces. Bueno, tres. No era fácil orientarse en un terreno ondulado aparentemente sin fin y vestido de bosques profundos y desconocidos, donde la hojarasca rebozaba desvíos y las enredaderas desayunaban señales. Juro que llegué a vislumbrar dos pájaros carpinteros que taladraban furiosos la única letra que quedaba de lo que sin duda fue una bonita señal rústica de orientación. Una «H», me pareció. Solo su gorra roja sobre su verde traje los delató en aquel fondo de musgo y hiedra. Imaginé que les habían llamado para un servicio urgente. Pero, ¿quién? Parpadeé con fuerza. No me atreví a comentarlo. Apenas circulaban coches. En ningún sentido. A nuestra derecha, una patrulla de nubes bajas fisgoneaba desde un claro abierto por un enorme abeto blanco caído. A los cincuenta minutos, incluso el embrujo que Sara sentía por el bosque prodigioso comenzó a flaquear. — ¡Mami, papi, un túnel! La vista de halcón de Nikki había ...