Mezuak

Juntando letras (la trampa)

  En este punto, la pareja de cisnes que teníamos enfrente se cruzó una de las miradas que ya habíamos percibido durante la primera visita. Pero no acertamos a interpretarla. Allí estaba pasando algo que desconocíamos. Creo que tanto a Sara como a mí nos saltaron las alarmas en automático. Reconozco que en aquel instante creí vislumbrar dos buitres negros tras la fachada blanca y pura. No me siento orgulloso de ello. — Me temo que os mentimos hace un mes.   La palabra «mentir» y la voz de Miriam no casaban, no encajaban una con otra. La ausencia de concordancia era tal que nos pilló por sorpresa. «Una trampa, hemos caído en una maldita trampa», recuerdo que pensé.  

Juntando letras (increíble)

Agradecidos y abrumados, nos íbamos quedando sin pretextos ni coartadas. Y sí, también estábamos entusiasmados, aterrados, seducidos, frenéticos, impacientes e histéricos. L os Zimmer mantuvieron todo lo que nos propusieron el día que nos conocimos.  Así que e l futuro desplegaba sus velas y nos invitaba a subir a bordo. Su coherencia era increíble, en sus dos acepciones: 1.- Que no puede creerse o es muy difícil de creer. 2.- Impresionante, extraordinario.

Etxeak

Irudia
Hankadun etxea, ainguradun etxea, bizkarrean basoa duena,                                                    babesle, eta begietan belardi zabal bat,                                                         abenturazale, itsasoaren ertzean dagoen etxe baten antzekoa da. 

Juntando letras (frases sueltas)

Un aullido triste nos acompañó mientras dejábamos atrás el pueblo. Sara y Nikki apenas trinaron ni maullaron en la primera hora de viaje.  Agradecidos y abrumados, nos íbamos quedando sin pretextos ni coartadas. Y sí, también estábamos entusiasmados, aterrados, seducidos, frenéticos, impacientes e histéricos. Nikki vio de lejos a Anna, y sus ágiles piernas de perdiz la llevaron veloz a sus brazos extendidos. Hay amores que brotan así, directamente de la tierra, instantáneos, imparables.

Juntando letras (las manos impacientes de Anna)

  — Papá me enseñó muy pronto los secretos de la panadería. Bueno, casi todos. Él elabora un pan especial los domingos y no consigo que me salga igual. Yo creo que me oculta algún ingrediente o una parte del proceso, pero él asegura que solo es debido a que soy joven y a que mis manos son demasiado impacientes todavía. Se ha convertido en un desafío para mí. El aludido debía de estar ocupado, porque la campanilla de la entrada sonaba, a ratos, constantemente. — ¡Qué suerte tienen contigo! —exclamó, sincera, Sara, mientras Nikki se acercaba con disimulo a mirar las manos de Anna. La hija de los Zimmer se percató del ademán y sus dedos, de pronto, comenzaron a tamborilear, cada vez más fuerte, hasta galopar con estrépito en la mesa de madera, como si se aburrieran tras quince minutos de charla y quisieran partir a conocer otros mundos. — ¿Los ves, Nikki? Son mis famosos dedos impacientes. Todos reímos como alocados pájaros carpinteros.

My friend Mary Oliver

Irudia
Every word was important to Mary Oliver, but the endings of her short writings and poems were often very special. They were no doors to be closed, but windows to new worlds, new beginnings. I love Mary Oliver's "My friend Walt Whitman". Especially when she stitches her own words with Whitman's for the ending. «I learned that the poem was made not just to exist, but to speak --to be company. It was everything that was needed, when everything was needed. I remember the delicate, rumpled way into the woods, and the weight of the books in my pack. I remember the ramblig, and the loafing --the wonderful days when, with Whitman,     I tucked my trowser-ends in my boots and went and had a good time». So here I go too, into the woods, with Mary Oliver as my companion, teacher and trail-blazer. It will be a great day!

Juntando letras (La escoba de hierbabuena)

El sol se colaba por dos pequeñas ventanas que daban al este, abrazando los anchos tablones de madera del suelo y reflotando con su aliento los olores de mi infancia.   No pude evitarlo. Me agaché para olisquear el entarimado. — ¿Qué haces, papá? — Busco en mis recuerdos, Nikki. — ¿En el suelo? ¿Y qué has encontrado? — A mi tía. La carcajada de Sara se deslizó entre los rayos de luz, acariciándolos.